Las elecciones primarias arrojaron un resultado sorpresivo: Milei fue el candidato más votado. Pero también dejó tres fuerzas competitivas con pocos puntos de diferencia en un escenario de total incertidumbre.
Javier Milei dio la sorpresa este domingo y puso la política de cabeza: pero no con sus bravuconadas o sus aires de superioridad o de ser diferente, sino porque perforó la lógica de “la grieta” fomentada hasta el cansancio por el peronismo y Juntos por el Cambio y sus maquinas mediáticas, porque rompió el concepto de que sin aparato no se puede hacer buenas campañas y porque en su figura y sólo en ella se pone de manifiesto toda la fuerza del espacio político sin fisura alguna.
Milei no sólo fue el candidato más votado de las PASO con el 30% de los sufragios, seguido muy de cerca por Juntos por el Cambio (donde Bullrich ganó la interna) y Unión por la Patria (donde Massa competirá en las generales), sino que además ganó en 16 de 23 distritos electorales, con promesas de ajuste y menos derechos.
Es sabido que la política no es lineal y los votos no están cautivos. Pero los libertarios no existían como tal en 2019 y para 2021 ya tenían una estructura consolidada y una agenda que se confirmó en las legislativas de ese año.
Massa pensó en el candidato de ultraderecha para sacarle votos a Juntos por el Cambio en esas elecciones (2021), pero para ganar algo también hay que ceder, y el peronismo cedió, cedió parte de la agenda política que se derechizó producto del discurso incendiario con aires académicos del libertario.
A Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y Mauricio Macri tampoco les vino mal el vuelo que tomó Milei en ese entonces: un escenario corrido a la derecha, la idea de más ajuste, menos Estado y un discurso que habla de “la casta política” les daba un manto de racionalidad a sus plataformas políticas y económicas: existiendo alguien que diga de forma extrema lo que no pudieron decir durante tantos años, cuando ellos lo expresan cuidando las formas, ya no suena tan mal.
Lo que ni Massa, ni Bullrich, ni Larreta ni Macri tuvieron en cuenta es que todos ellos tienen algo en común: todos fueron parte de malas gestiones. Macri se puso el país de sombrero en 2015-2019 después de una tremenda disputa con Daniel Scioli en el balotaje y Alberto Fernández dejó caer más la economía y tuvo que delegar el poder antes de los cuatro años de mandato. No solamente hubo malas gestiones, parte de la sociedad se desencantó con las dos coaliciones del modelo bipartidista argentino.
Unos y otros encontraron algo que aprovechar de un tipo al que no entienden del todo y que, por esas cosas que tienen los políticos, seguramente subestimaron. La Libertad Avanza es el producto de la irresponsabilidad de muchos dirigentes políticos y empresarios de la elite, de la utilización del aparato mediático para operar, de jugar a la estrategia para zafar del momento sin pensar en las reales consecuencias.
También es la promesa incumplida de los oficialismos, el Estado ausente en las periferias, las discusiones interminables sobre temas nunca saldados como la inflación, la pobreza, la inseguridad. La grieta tuvo su potencial político-mediático allá por 2015 en una definición voto a voto entre Macri y Scioli, pero después se siguió insistiendo hasta el hartazgo con herencias y proyecciones apocalípticas de “si vuelven ellos”, mientras los resultados de las gestiones tenían mucho más en el debe que en el haber.
Tras la gestión de Mauricio Macri, la Libertad Avanza no existía, pero sí había una parte de la sociedad desencantada con la promesa de “cambio”. La gestión de Cambiemos vació de contenido esa palabra. El mal gobierno de Alberto Fernández hundió las esperanzas de su electorado no peronista (y parte del peronista también). Para las legislativas de 2021, el proyecto de Javier Milei no solamente ya ocupaba un espacio muy importante en los medios de comunicación, sino que tenía armados políticos en el territorio de algunas ciudades y aspiraba a tener vuelo a nivel nacional.
Siempre es difícil generalizar el tipo de votante de cada espacio político, pero podría decirse (con cierto margen de error) que Milei llegó a un elector huérfano políticamente (no siente identificación con unos ni con otros), embroncado y empobrecido (políticamente), que ha sido testigo del sostenimento en el tiempo del negocio de la grieta (negocio para dos espacios) y que ha padecido los tsunamis económicos, consecuencia de las malas decisiones.
Aquí Milei encuentra su primer obstáculo de cara a las generales de octubre: sin dudas tuvo a su favor el voto bronca, castigo a los políticos que gobernaron los últimos años. Sin embargo, ese voto (que no sabemos qué porcentaje representa) puede ser muy volátil. Una cosa es votar en unas PASO (que no definen cargos) para mostrar bronca o castigar a alguien y otra es dar un voto con la convicción y la confianza para constituir un gobierno.
Sin embargo, Javier Milei también supo acaparar el voto de pibes y pibas que salieron en masa a elegirlo y que impulsan su fuerza dando las batallas libertarias en el territorio: corean su nombre y forman espacios políticos en universidades y colegios y lo ven casi como un rockstar no contaminado de la política. No es muy difícil adivinar por qué lo siguen.
Si pensamos en un joven de 20 años, nacido en 2003 que no vivió la crisis de 2001, que entre sus 12 y 15 años vivió la gestión de Mauricio Macri, los tarifazos, el endeudamiento, y otras yerbas, y que entre sus 16 y 20, le tocó estar en un proceso inflacionario interminable de la gestión Alberto Fernández, que además tuvo la pandemia de covid-19 en el medio. Ese chico o chica no es soldado de Cristina, no ha visto los binomios corrupción-anticurrupción planteados por Cambiemos, tampoco los valores republicanos que decían tener desde el PRO, solamente ha sido testigo de la resaca de esa disputa. Conoce las palabras vacías de dos proyectos que dejaron de tener resultado concreto hace tiempo. Será muy difícil para Juntos y Unión por la Patria convencer a los jóvenes de que no voten a Javier Milei en octubre.
Las elecciones generales donde sí se elige gobierno supone un voto más racional, más moderado, la idea ya no será castigar a nadie, sino votar para mejorar el futuro. A diferencia de las últimas elecciones existen hoy tres fuerzas que se disputan el sillón presidencial. Las tres llegan muy parejas en cuanto a porcentajes, lo que complejiza aún más el escenario ante la posibilidad de un balotaje.
Juntos por el Cambio y Unión por la Patria están en modo control de daños y sus lideres en modo intermitencia: Mauricio Macri, de vez en cuando reaparece para picantear un poco la escena política y hacer de las suyas con sus amigos poderosos. Cristina Kirchner, aparece y desaparece del debate público eligiendo momentos y circunstancias, en tiempos de un legado cuyos aspirantes no califican.
Las dos coaliciones que han dominado la política de los últimos 20 años parecen estar en una etapa de transición y renovación dirigencial. Mientras tanto, en las PASO, gran parte de la sociedad recurrió a una persona (al igual que los políticos en 2021) que no sé si entienden del todo: Javier Milei.
El filósofo, político e intelectual Antonio Gramsci decía que “el viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en este claroscuro surgen los monstruos”.