Mar del Plata tuvo su primera de muchas fiestas de la Cerveza Artesanal en Playa Varese y siempre es bueno destacar la predisposición de los fabricantes para trabajar unidos, pero la desorganización, el colapso de público y la pérdida de tiempo fueron los motivos de miles de visitantes que se retiraron indignados.
El debut de la Fiesta Nacional de la Cerveza Artesanal en Mar del Plata no tuvo otro protagonista más importante que las interminables colas para todo lo que quisieras hacer. Sumado al raro sistema de entrada “libre y gratuita” con QR limitado y al pésimo sonido del escenario ubicado sobre la playa que, desde el sector de consumo, a pocos metros sobre la misma arena, no se escuchaba nada.
Claro que la imagen aérea de los drones, con la multitud de gente que se acercó los dos días, más la distribución de carpas con las diferentes fábricas de cerveza de la ciudad y los food-trucks que trabajaron durante ambas noches, hacen parecer que fue un “éxito”. Pues, si el objetivo era llenar Varese con cualquier excusa para una linda foto nocturna, está logrado. Ahora bien, si la idea era ofrecer música, cerveza artesanal, comida y comodidades, la primera edición de la fiesta falló.
Desde el comienzo, era atrayente que se aclare que la entrada era libre y gratuita, que iba a ser en el Paseo “Jesús de Galíndez” y la gente se iba a poder acercar a ver espectáculos musicales, tomar, comer y divertirse. Pero de forma extraña, apareció una plataforma que te exigía obtener un código QR personal e intransferible para detectar con nombre y apellido cada uno de los asistentes al predio. Más raro aún fue que te hagan descargar una aplicación para eso, aunque no resultó obligatorio. Pero el colmo máximo llegó el mismo día de la primera jornada, con cupos supuestamente limitados y “Sold Out” en la web de los QR libres y gratuitos. Por lo que, si no llegaste a obtener tu código, de golpe cambió la regla y tenías que pagar entrada.
Al llegar a la costa, te encontrabas con un circuito extremadamente cercado por vallas de punta a punta en la zona superior, con los extremos del Paseo como únicos accesos, en los que te pedían el famoso QR y el DNI, para la fiesta “libre”. Una fila extensa y lenta sobre la vereda para ingresar, ya que el personal que hacía de filtro en la entrada tenía que verificar cada código y a cada persona ingresante, como quien va a la cancha o a un recital del Indio Solari.
Una vez dentro del predio, el escenario se mostraba imponente, como el vallado alrededor y dentro de la playa, todo bordeado por baños químicos muy bien ubicados y necesarios. A medida que te acercabas a las carpas en las que estaban representadas cada una de las fábricas de cerveza artesanal marplatense, el sonido se lo llevaba el viento y era casi imposible descifrar el artista o banda ubicada en la tarima.
Mi decisión ya no fue ir a buscar la cerveza que a mi criterio es más rica, sino la que menos fila tenía. Fueron 48 minutos los que tardé desde que tomé esa cola para sacar el ticket de compra de la bebida elegida. Luego, pasaron otros 15 minutos para recibir en mano ese vaso de cerveza, que se entregaba al lado de donde me la cobraron. Y ya que hago mención a esto, escuché en la semana previa en notas realizadas por el equipo periodístico al que pertenezco, que nos íbamos a encontrar con precios más bajos, los cual no fue así y paso a explicar el por qué:
La famosa “Pinta” de cerveza tiene una capacidad aproximada de medio litro. En la medida estadounidense, son 473ml y en Gran Bretaña 568ml. Los valores de esos vasos normalmente en las cervecerías oscilan entre los $750 y $900. Pero en nuestra primera fiesta nacional, los vasos con el logo de la celebración y la inscripción de “San Patricio” tenían una capacidad de 350ml y los cobraban entre $500 y $600. Es decir, en relación precio/contenido, era similar al que podés conseguir en sus locales y hasta incluso más caros.
Sigamos con las filas. El vaso en mano como compañía de otra cola para sacar un ticket de una hamburguesa en un food-truck desconocido, pero con menos personas que los demás, fue testigo de otra espera de unos 25 minutos, para obtener el número 649 que no llamarían hasta 87 minutos más tarde. Sí, casi una hora y media de espera para una hamburguesa con queso cheddar que llegó al otro día, ya que eran pasadas las 0hs y por orden municipal, la fiesta había terminado. Hacía rato que ya no cantaban los Auténticos Decadentes, que según la grilla eran la banda de cierre (yo no escuché ni un tema), la gente comenzó a dispersarse y claro que para ellos ya no había más bebida ni comida.
Salida por la rampa zig-zag para arriba y desconcentración en orden de una primera noche olvidable de una fiesta que tendrá muchas más posibilidades de perfeccionarse y mejorar. De la segunda jornada no puedo opinar porque decidí no volver a pasar por lo mismo. Sin dudas, seguirá siendo convocante y en el mejor lugar del mundo para llevarse a cabo. Ojalá sirva de experiencia para tomar nota y evitar estos errores a futuro para disfrutar de las maravillas que fabrican los marplatenses.