Ambas son marplatenses, tienen 31 y 48 años y ya lograron bajar más de 20 kilos. Sus historias y el apoyo clave del equipo de salud que las acompaña.
La nueva Unidad de Cirugía Bariátrica y Metabólica del hospital Interzonal General de Agudos (HIGA) realizó sus primeras intervenciones. Las beneficiarias, que ya fueron dadas de alta, son dos mujeres marplatenses de 31 años y 48 años. Después de décadas de complicaciones de todo tipo por sufrir de obesidad, aseguran que, sin el equipo de salud que las acompaña, no hubieran podido acceder a este paso clave para mejorar su calidad de vida. Se operaron a mediados de diciembre y ya bajaron más de 20 kilos.
Las cirugías, que como en todo hospital público provincial se efectuaron sin costo para las pacientes, fueron el broche de oro de un extenso proceso de preparación nutricional, psicológica y clínica por parte de los y las profesionales del hospital, que ahora continúa el acompañamiento en consultas ambulatorias.
La cirujana Lorena Jiménez es directora asociada del hospital Interzonal y una de las impulsoras de la creación del equipo de cirugía bariátrica y metabólica. Cuenta que ni bien convocaron a personas con obesidad que quisieran hacerse este tipo de cirugías como parte del tratamiento, “se anotaron 30 pacientes en pocos días, sin embargo, por el momento, fueron seleccionados tres bajo un estricto criterio médico y psicológico, dos mujeres y un hombre”. Hasta ahora, se realizaron las cirugías bariátricas a las dos mujeres, quienes evolucionan muy bien.
“El abordaje psicológico y de nutrición son claves antes y después de la cirugía”, insiste Jiménez y asegura que la selección del o la paciente debe ser abordada por todo el equipo de salud implicado: “Porque si antes y después de la intervención el o la paciente no se ajusta a la dieta, los cuidados y los controles que implica todo el tratamiento, estas intervenciones pueden poner en riesgo la vida”.
Es que las cirugías bariátricas, explican los expertos, no hacen magia. Son parte de un tratamiento que tiene varias aristas. Además, la persona con obesidad que cumple con los criterios para ser operada debe estar en condiciones psicológicas y físicas para enfrentar un cambio radical en su relación con la comida, que incluye una preparación de varios días de dieta líquida en los días previos y posteriores a la cirugía.
“En las intervenciones que hicimos aplicamos la técnica conocida como ‘manga’, que consiste en reducir la capacidad del estómago, esto contribuye con la sensación de saciedad sin necesidad de comer en exceso”, detalló Jiménez y agregó que todo el proceso lleva entre 4 y 6 meses.
En el país, la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo da cuenta de que el exceso de peso afecta a 6 de cada 10 personas. Y dentro de ese grupo, la obesidad asciende al 25 por ciento de la población argentina.
La médica nutricionista, experta en Soporte Nutricional del hospital Alende, Verónica De Angeli, explicó que las personas con obesidad “generalmente padecen lo que se llama síndrome metabólico: hipertensión arterial, dislipidemias y diabetes, mayor predisposición a ciertos tipos de cáncer y apneas del sueño”. En rigor, aclaró que son muchas las enfermedades que acarrea la obesidad y a esto se suma el factor psicológico y cientos de padecimientos cotidianos que frustran y deprimen a quienes la sufren: desde el bulliyng en la escuela o el trabajo, pasando por dolores crónicos en las articulaciones, miedo al rechazo, aislamiento, depresión y cientos de imposibilidades cotidianas, como sentarse en la butaca de un cine o en el asiento de un colectivo. El equipo de salud insiste en que por todo este conjunto de condicionantes que convierten la vida de la persona obesa e híperobesa en un tormento, es fundamental acompañarlas y brindarles, desde el sector público de la Salud, continuidad de cuidados y acompañamiento integral.
Las historias
“Pasé de pesar 130 a 101 kilos desde que inicié el tratamiento, hasta ahora, que ya me operé y me dieron el alta”, cuenta Daniela Cajal, marplatense de 31 años. “Subir una escalera y no agitarme es un montón, además, dejó de dolerme el ciático, es increíble el cambio que ya estoy viviendo”, cuenta orgullosa y “recontraagradecida” con todo el equipo del hospital “que me sigue acompañando”.
Estudiante de la tecnicatura en instrumentación quirúrgica, vive con sus padres y tres de sus cinco hermanos en el barrio Malvinas Argentinas de Mar del Plata. Daniela asegura que da pelea a la obesidad desde que tiene uso de razón: “Toda mi vida luché con el peso, toda mi vida hice dieta, no tengo otro recuerdo que el de estar haciendo dieta. Bajaba un poco pero cuando me estancaba me frustraba y volvía a comer en cantidad”. Intentó operarse con la cobertura de una empresa de medicina pre-paga pero, pese a que por ley deberían cubrir la intervención, para Daniela la cuota era “carísima”: “Y encima me pedían un año de pago para arrancar un tratamiento”.
A los trastornos físicos propios de la obesidad se le sumaba el padecimiento mental y la discriminación que suelen sufrir las personas obesas. Tanto es así que en un momento prácticamente se aisló: “No iba a bailar porque en algunos lugares no dejaban entrar a la gente gorda, y como yo tenía miedo de que me pase directamente dejé de salir”.
Por eso cuando se enteró de que podía hacerse la cirugía en el hospital público de su ciudad no dudó en anotarse: “Arranqué con mucha ilusión este camino, porque mi cuerpo no toleraba mi propio peso, me dolían las rodillas, el ciático, tenía diabetes e hipertensión, la verdad es que no daba más”.
Por un camino similar transitó Rosario Álvarez, la otra paciente que se operó en el hospital Alende de Mar del Plata, la ciudad en la que vive y trabaja como niñera: “Me operé el 12 de diciembre y me siento rebien, incluso ya me sacaron los cinco puntos de la cirugía que se hace por laparoscopía”, cuenta sonriente.
Su proceso comenzó hace un año, con un peso de 145 kilos. Con su esfuerzo y el acompañamiento del equipo del hospital logró bajar a 122 kilos tras la cirugía. El camino, que todavía continúa, no estuvo exento de dificultades, pero Rosario no tiene miedo porque se siente contenida por el equipo de salud y porque quiere dejar atrás todo lo que sufrió por la obesidad: “Tenía diabetes, no podía correr ni una cuadra, me agitaba por todo, dejé de ir al cine porque las butacas eran muy chicas, si en un lugar había sillas de plástico no me quería sentar por miedo a caerme, no podía jugar con mis sobrinos, en definitiva, no podía hacer nada”, resume.
En la pandemia perdió a su pareja y atravesó momentos muy dolorosos. Dice que a partir del trabajo con la psicóloga del hospital Interzonal hizo un “click” para revertir tanto sufrimiento: “Me di cuenta de que yo siempre había estado pensando en los demás, entonces me dije: ‘Pará, hacé algo por vos’”. Y así lo hizo.
Al tratamiento psicológico hubo que sumarle el nutricional. Quince días antes de operarse debió hacer dieta líquida, ingerir caldo, agua, proteínas y medio durazno o banana como único alimento sólido. “Después de la cirugía tenés que hacer dieta líquida también, básicamente agua y gelatina, hoy (a dos semanas de la operación), empecé a comer 50 gramos de verduras o pollo hervido y procesados”, cuenta Rosario.
Recuerda que “después de los 15 años no podía parar de aumentar de peso. Probé miles de dietas pero recaía”. Tampoco podía hacer actividad física porque recargaba sus rodillas y encima “en el gimnasio me sentía incómoda por la mirada de los demás, como en la escuela donde siempre sufrí bulliyng por mi obesidad”.
Asegura que cuando decidió operarse pensó que iba a pasar hambre pero que al final no. Ahora Rosario está decidida y preparada: “Esto siempre lo esperé, ni bien me enteré del equipo de bariátricas fui al toque al hospital y me anoté, y con la ayuda de la psicóloga entendí que todo este camino lo tengo que recorrer por mí salud, por mí y nunca por el qué dirán”.